1 ene 2010

Muerte inesperada.

No, no, ni de broma, no quiero. -Dije.

Pero vas a aceptarlo, Kíza, debes aceptarlo. -Dijo el Doctor soledad-

Mi querido amigo el señor esperanza me dijo un día... -Dije, con voz temblante-

¡SH! -Exclamó el Doctor soledad- Tu querido amigo muerto ahora.



Mis ojos se nublaron, y de repente todo se volvió negro. Algo se derramaba por mi mejilla, algo oscurecía mi corazón. Odio y rábia crecían en mí interior. Algo sonaba diferente, se rompió la melodía de la esperanza, se desató el dolor de la soledad.
Mi voz quebró definitivamente.

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